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sábado, 28 de febrero de 2009

...Historia de personaje...

Bitácora de un teléfono celular
Hoy amanecí conectado a la corriente eléctrica que me alimenta; desperté sonando fuerte y así lograr despertar a la persona que me tiene. Escucho por ahí que me llaman: Teléfono celular.
Soy pequeño y estoy ya un poco maltratado, tengo rayones en mis orillas y flojas algunas de mis teclas, pero aún funciono. Soy bueno para comunicar a la gente, sé mandar mensajes y vibrar; también tomo algunas fotos de vez en cuando. Me gusta pensar que soy un objeto, si no indispensable, sí muy importante. Soy tan importante que casi no me olvidan, soy de las primeras cosas que meten a las bolsas cuando vamos a salir.
Cuando me canso mucho me apago, dejo de servir, sé que eso no es bueno, me gustaría poder durar activo por más tiempo, pero siempre me apago y me tienen que conectar.
Me gusta sonar mucho y muy fuerte, ahora sé cantar muchas canciones, y cuando sueno, alguien inmediatamente me busca para ver por qué.
Sé que mi vida no será muy larga... llegará un momento en que deje de servir, tal vez me reciclen o me tiren, tal vez sólo me olviden por ahí en algun cajón. Hoy por hoy me siento importante, me gusta que me apoden "tecnología". Sé que siempre vendrá algún celular mejor que yo, que sepa enviar y recibir mails, que tenga pantalla táctil o muchas cosas mas, pero todo eso no me importa... yo soy feliz.

jueves, 26 de febrero de 2009

...VISITA AL CENTRO DE LA CIUDAD DE MÉXICO ...

Este es un video que edité para mostrar mi visita al centro de la ciudad de México el pasado 15 de febrero. Aquí se pretende plantear el movimiento de una sociedad, los lugares comunes y algunos elementos importantes que conforman mi cultura. Acompáñame con este video a descubrir nuevos lugares y rincones, perspectivas y visiones distintas... después de todo vivimos en un país de la diversidad.

CRÓNICA SOBRE EL METRO EN LA CIUDAD DE MÉXICO

Ayer, como cada sábado, me dispuse a recorrer el aire de la ciudad en la que vivo; una ciudad llena de gente, de movimiento, de color, de vida. Una ciudad que pide a gritos día a día ser escuchada, por que entre sus calles se escucha el bullicio y por que en los rostros de la gente se vislumbra el coraje. El coraje del hombre que trabaja por su familia, de la mujer que lucha por salir adelante, el coraje de un pueblo que se levanta y se transporta todos los días, dentro de las fronteras de esta enorme ciudad.

Vemos grandes edificios, iglesias, casas, parques, plazas, supermercados, fábricas, escuelas; se ve y se hace de todo; las personas aquí, nunca dejan de moverse, pero, ¿cómo lo hacen? ¿Cómo se mueven de un lugar a otro sabiendo que viven en una de las ciudades más grandes del mundo? Algunos cuentan con el “privilegio” de tener un automóvil propio, un “lujo”; y los más, utilizan otros medios de transporte.

Observé primero a los famosos “peseros”, aquellos monstruosos vehículos que al moverse, parecen desbaratarse, que van por las calles haciendo ruidos extraños y tocando sus singulares cláxones, que se detienen en cada puente para subir y bajar gente; y que ocasionan un sin fin de disturbios en el tránsito.
Y que decir de las prácticas “combis”, esas pequeñas camionetas que albergan solo a trece o catorce personas, que proveen de rutas más accesibles y que sin duda garantizan el contacto con otra gente.
Pensé también en tomar un “taxi”, con un chofer a quien poder indicarle la ruta a seguir para llegar a mi destino, solo que ayer no sabía a dónde ir.

Entonces decidí viajar en metro, aquel maravilloso transporte que es por muchos conocido y por muchos más empleado, aquel que cada día se deja pisotear por miles y miles de habitantes que buscan llegar a cualquier lugar.
Me dirigí a la estación Cuatro Caminos, situada a cinco minutos de mi hogar, y fue impresionante ver cómo incluso afuera de la estación, el ambiente ya es muy diferente; se pueden ver vendedores de todo tipo: chicharrones, refrescos, mochilas, relojes, gorras, llaveros, discos piratas, aparatos electrónicos, de todo. La gente camina rápido, todos llevan prisa, todos quieren ir a algún lado y el constante esquivar de los puestos, retrasa su llegada; se cuidan de los vehículos y se cuidan de la gente.

Descendí por las escaleras que permiten la entrada al mencionado transporte, no sin antes escuchar algunos “piropos” y chiflidos de algunos hombres que creen estar, de esta manera, “elogiando” a las mujeres.
Fue allí, dentro de la estación y situada justo enfrente de la taquilla, cuando comprendí que estaba apunto de vivir una gran experiencia de mi vida. Me detuve por un instante a admirar el fluido correr de la gente, como un río desbocado que busca llegar a su destino y que arrasa con todo lo que ve a su paso. Después de ese momento, camine unos cuantos pasos hacia la taquilla y me dispuse a comprar $10 de boletos; como no sabía a dónde iría, tampoco sabía cuántos iba a necesitar, y por eso cinco me parecieron suficientes.

Retrocedí los mismos pasos ya avanzados y en ese momento me volví parte de la corriente. Avanzaba sin saber por qué, o a dónde, solo me deje guiar y observaba como todos hacían exactamente lo mismo, atravesamos aquella especie de laberinto de metal, que inventaron para mantener el orden cuando el lugar se llena de personas, cuando se requiere hacer una sola fila. En ese momento, no necesitábamos orden, todos avanzábamos rápidamente y nunca hubo alguien que se detuviera a crear un embotellamiento. Llegué entonces a los torniquetes e introduje con gusto uno de mis boletos. Por fin estaba adentro, me había sumado entonces a los miles y miles que todos los días hacen uso del metro.

Bajé por las escaleras y me mantuve de pie solo por unos minutos, como todos, esperando la salida del siguiente tren. Al fin llegó, y como el furgón se encontraba vacío, no me fue difícil encontrar un lugar para sentarme. De momento, el vagón no se llenó, algunos iban de pie, enganchados con los brazos a los tubos que proporcionan un poco más de seguridad, los demás, íbamos sentados.
Así pasaron las primeras paradas, todo tranquilo, bajaban tres y subían dos; y poco a poco el lugar se fue llenando, tanto que para la estación de Hidalgo, ya no cabía nadie más, y los pocos que quisieron intentarlo, fueron excluidos automáticamente por los empujones y golpes de los otros que pretendían conservar su lugar en el vagón
Fue muy interesante observar desde mi asiento, aquella incansable lucha por ganar un pequeño espacio en el metro para poder transportarse. Lucha que concluyó únicamente con el cerrar de las puertas.

Yo los observaba a todos, sintiéndose victoriosos por poder estar presentes, por ser parte de ese gran viaje; algunos iban dormidos, otros escuchando música o platicando, unos mas, leyendo. Yo en cambio iba atenta de todo, de los sonidos, de los olores, de todos y cada uno de los movimientos que realizaban aquellos viajeros. Fue entonces cuando descubrí, a lo lejos, casi al final del furgón, a una anciana que parecía estar ciega y que con su enorme bastón caminaba abriéndose paso entre la gente; no se cómo lo hizo, supongo que ya tendría experiencia; se detuvo justo en el centro del lugar y apoyada en uno de los tubos, comenzó a cantar. Algo había de especial en aquella canción, nunca la había escuchado y a la vez me parecía tan familiar, era como escuchar la voz de un pueblo entero que habla por hambre, por necesidad, y que a pesar de todo eso, trabaja, lucha… y canta.
Ahí estaba la mujer, aferrada con una mano al tubo que le daba soporte y estirando la otra por si alguien se decidía a ayudar. Fuimos solo unos pocos los que dimos una moneda. Y así como la señora llegó, poco a poco se fue abriendo paso hasta que desapareció.

Las estaciones siguieron pasando, hasta que llegamos al Zócalo y la mitad del lugar se vació. Subieron solo algunos y la mayoría cargados de bolsas de mandado repletas de cosas, supongo que habían ido al centro de la ciudad para abastecerse de productos que suelen vender en sus negocios o simplemente para su familia. Ahí mismo, subieron un par de niños, repartiendo unos papelitos con imágenes religiosas que decían algo así:
- Somos sordomudos, por favor ayúdanos.
¿Qué haces cuando ves a un par de niños pidiendo dinero para vivir, los ayudas para que sigan haciéndolo, o no lo haces para que busquen sobrevivir de otra manera? En fin, yo decidí no hacerlo, nunca sabré si hice bien o mal.

No tarde mucho más en descubrir que al hablar del metro no nos referimos únicamente a un medio mas de transporte, sino también a la viva representación de una gran oportunidad de trabajo para muchas personas en esta ciudad, personas que, al no tener educación o aspiraciones mayores, ven en este lugar, su única y mejor oportunidad; después de los niños subieron unas cuatro personas más vendiendo objetos de muy dudoso funcionamiento: unas lamparitas que podías colocar en los libros para las noches, una especie de cartera que se transformaba en bolsa de mano, un paquete de plumas y marca-textos con olores frutales, etc. Lo único que sí compré fueron chicles de a dos paquetitos por cinco pesos.

Al llegar a Chabacano pensé en bajar del tren, ya que se trata de una estación de transbordo y tuve la curiosidad de conocer el funcionamiento de alguna de las otras líneas, solo que me arrepentí en el último momento, pienso que ya que no me considero una profesional en el transporte del metro tuve miedo de perderme y me quede ahí.

Así llegué hasta Tasqueña, en donde no tuve otra opción mas que bajarme ya que se trata de la última parada, lo cual resultó muy interesante por que pude comprobar al salir totalmente de la estación, que realmente el ambiente que se maneja alrededor de estos lugares es muy semejante; ahí también había puestos de comida, de aguas y refrescos, de maquillaje, incluso de ropa y zapatos, había igualmente de todo. Definitivamente nuestro metro es una gran institución económica, quizás no la mejor, pero sí una muy grande.
Después de unos minutos de descanso, de hidratarme un poco y comprar unas papas fritas llenas de salsa, regrese a la estación, en donde tuve que ocupar el segundo de mis boletos comprados.

No subimos muchas personas y de hecho en la segunda estación bajaron bastantes, fue entonces cuando frente a mí y al descubierto, quedaron dos parejas de jóvenes, de novios, brindándose muestras de amor sin importar quien estuviera observándolos. En ese momento pensé y pude comprobar que efectivamente el metro es mucho más que solo un medio de transporte, y que además de ser pisado diariamente por miles y miles de personas, también alberga día a día las nuevas historias que se forman y crecen en este maravilloso medio y que sirve como una prueba más de la ciudad en la que vivo y el pueblo tan constantemente en movimiento que la habita, del pueblo que grita y lucha, del pueblo que ama… y siente.

Después de eso estaba realmente cansada, y no recuerdo muy bien en que momento me dormí, desperté ya de regreso en Cuatro Caminos, salí de la estación y caminé con rumbo a mi casa, satisfecha por el viaje realizado y por haber confirmado una vez más, una de las muchas razonas por las que vivir aquí es bueno.

Como ya dije, salí a recorrer el aire de la ciudad en la que vivo, la ciudad con el aire que respiro…
ELIZABETH BOURDÓN SANTOYO

sábado, 14 de febrero de 2009

You´ll be in my heart !!

Hola otra vez !!! dejo aquí el enlace de un videito que subí en youtube. Se trata de una recopilación de fotografías dedicada a mis amigos de la preparatoria.. definitivamente para mí, una de las mejores etapas en la vida.... La canción se llama You´ll be in my heart y es de Phill Collins:


jueves, 12 de febrero de 2009

MAC vs PC

Dejo aquí un video que hice el semestre pasado para mi clase de Historia de los medios II. En éste planteo el proceso evolutivo que han demostrado las dos empresas fabricantes de computadoras personales y softwares mas competidas de hoy en día. MAC vs PC, espero les guste: