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viernes, 20 de marzo de 2009

Instrucciones para sonarse la naríz

Instrucciones para sonarse la nariz (Elizabeth Bourdón)

Si en algún momento has experimentado aquella molesta comezón al interior de la nariz, la impotencia de no poder librarte del objeto invasor llamado “moco” o la frustración de sentir que el mundo te observa como si trajeras algo asomándose por ahí, este instructivo es para ti.
Para llevar a cabo el proceso, se requiere de un pañuelo desechable y por supuesto de una nariz, ésta se ubica justo al centro de la cara; en orden vertical por encima de la boca y por debajo de los ojos, se caracteriza por tener dos pequeños orificios. Si tienes problemas para localizarla, ¡utiliza un espejo!, recuerda siempre que la encontrarás justo al centro de tu cara.

Se comienza por tomar el delicado pañuelo con una mano, procurando siempre no dañarlo, se acerca cuidadosamente a la cara y se procede a centrar la ya mencionada nariz. Una vez tomada ésta, se deberá aplicar algo de presión, comprimiendo primero un orificio con los dedos y soplando fuerte por el otro, para luego comprimir de nuevo el siguiente orificio y volver a soplar por el restante; cualquier sustancia innecesaria será absorbida inmediatamente por nuestro pañuelo desechable. Es importante considerar que dicho movimiento alterno, deberá repetirse las veces que sea necesario. El objetivo final de este procedimiento concluirá en una sensación de limpieza y frescura al interior de la nariz; y por supuesto, un mejor respiro.
Al final del procedimiento, cualquier sustancia capturada por el pañuelo deberá ser desechada, la mejor forma de lograrlo es localizando algún bote contenedor de basura, introducirlo y cerciorarse de que éste permanezca ahí.
¡Felicidades! Has aprendido a sonarte la nariz.

La idea para escribir estas instrucciones la tomé del famoso texto escrito por Julio Cortazár que a continuación presento:
Instrucciones para subir una escalera (Julio Cortázar)

Nadie habrá dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de manera tal que una parte sube en ángulo recto con el plano del suelo, y luego la parte siguiente se coloca paralela a este plano, para dar paso a una nueva perpendicular, conducta que se repite en espiral o en línea quebrada hasta alturas sumamente variables. Agachándose y poniendo la mano izquierda en una de las partes verticales, y la derecha en la horizontal correspondiente, se está en posesión momentánea de un peldaño o escalón. Cada uno de estos peldaños, formados como se ve por dos elementos, se situó un tanto más arriba y adelante que el anterior, principio que da sentido a la escalera, ya que cualquiera otra combinación producirá formas quizá más bellas o pintorescas, pero incapaces de trasladar de una planta baja a un primer piso. Las escaleras se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan particularmente incómodas. La actitud natural consiste en mantenerse de pie, los brazos colgando sin esfuerzo, la cabeza erguida aunque no tanto que los ojos dejen de ver los peldaños inmediatamente superiores al que se pisa, y respirando lenta y regularmente. Para subir una escalera se comienza por levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre en cuero o gamuza, y que salvo excepciones cabe exactamente en el escalón. Puesta en el primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se recoge la parte equivalente de la izquierda (también llamada pie, pero que no ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie, se le hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en éste descansará el pie, y en el primero descansará el pie. (Los primeros peldaños son siempre los más difíciles, hasta adquirir la coordinación necesaria. La coincidencia de nombre entre el pie y el pie hace difícil la explicación. Cuídese especialmente de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie). Llegando en esta forma al segundo peldaño, basta repetir alternadamente los movimientos hasta encontrarse con el final de la escalera. Se sale de ella fácilmente, con un ligero golpe de talón que la fija en su sitio, del que no se moverá hasta el momento del descenso.

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